martes, 21 de junio de 2011

¿Por qué los maestros, por muchos, no han sido los luchadores sociales más consecuentes en Venezuela?

Leer al camarada Echeverría relatar las décadas de luchas de los educadores mexicanos en favor de las causas populares, me produce -cuando menos- una cierta dosis de vergüenza, pues si bien jamás he sido una educadora neocolonizada, como muy bien caracterizó Luis Bigott este tipo de actitud y tendencia educativa enajenante, y siempre he tratado de unirme a las luchas de los sectores más desfavorecidos, jamás pude activar ningún tipo de iniciativa de carácter colectivista y revolucionaria con el concurso de mis colegas. 

Creo pertenecer, al igual que la mayoría de los educadores de este país, a lo que los expertos llaman el estrato social bajo o medio bajo de la población venezolana. Mis padres, al  igual que muchos de los padres de mis colegas, eran personas humildes que emigraron de zonas rurales para trabajar, y luego criaron a sus hijos en la región central del país en un intento por darles “un mayor margen de posibilidades socio-educativas”. Lo cierto es que mi generación fue bombardeada por aquel Mago de la Cara de Vidrio que inmortalizó Eduardo Liendo en su relato.  MI generación fijó en sus conexiones neuronales la cultura del show que para entonces era exclusividad de Venevisión y RCTV. 

Así que, camarada Echeverría, parafraseando en forma angustiosa su escrito, y a modo de autocrítica, podría afirmar lo siguiente:

·         En Venezuela, como en todos los países hay sectores que se han distinguido por sus luchas sociales, pero jamás el gremio educativo venezolano, en forma cohesionada y contundente, ha asumido las banderas de las luchas populares. Muy al contrario, muchos de ellos creen pertenecer a la “clase media”, en virtud de que ya no egresan de la Escuela Normal, como era costumbre en las últimas décadas del siglo pasado, sino que ahora lo “forman” o “deforman” en la universidad, y adquieren títulos de pre y postgrado obtenidos -dicho sea de paso- en formas cada vez más cuestionables, a juzgar por la calidad de los docentes que egresan, del terrible desempeño de los docentes formadores y de los diseños academicistas y castrantes de las instituciones pedagógicas de nuestro país.

Si alguna vez los gremios educativos han levantado la voz, ha sido en favor de sus muy particulares intereses, disfrazados la mayor de las veces, de una “falsa preocupación” por el estudiantado. Y esta actitud del gremio no ha sido revertida jamás por la bases magisterial, la cual no ha encontrado siquiera un grado de organicidad que le permita sentar una postura clara frente a uno u otro hecho de la realidad política, social o económica de nuestro país, y actuar en consonancia. La mayoría de los docentes venezolanos no conoce la historia de su país, mucho menos de su región o de su comunidad, y si usted le formula algunas preguntas en las cuales deba emplear conocimientos socio-históricos, eludirá el tema diciéndole que a él o a ella no le gusta la política.

·         Las escuelas normales venezolanas desaparecieron en los años setenta, y si bien ellas nunca tuvieron -como en México- un carácter nacionalista y contextual, adecuado a los rasgos políticos, sociales, económicos y culturales de la población a la cual atendían, tenían como principal premisa educativa la formación de “ciudadanos” para la nación. Indudablemente que ese “ciudadano” era el ciudadano “cumplidor de normas”, no importa lo injustas o inadecuadas que fuesen; pero el sistema educativo normalista fue concebido para el desarrollo de habilidades de carácter actitudinal y el desarrollo de valores en el escenario pedagógico de entonces. De allí que para los fines y el contexto en que fue concebida, resultase más eficiente que la que ahora tenemos a través de nuestras flamantes instituciones universitarias.

·         Al igual que usted, camarada Echeverría, jamás vi en el ejercicio de la función educadora una actividad laboral bajo un criterio estrictamente remunerativo. Sin embargo la realidad socio económica de mediados del siglo veinte y principios del veintiuno es que se estudia para ingresar al aparato productivo y que los índices académicos de ingreso a una carrera en el área educativa aquí en Venezuela, son unos de los más bajos. De allí que la educación ciertamente sea una profesión para pobres, porque somos nosotros los que sufrimos las mayores disfunciones del sistema social y del sistema educativo, y los que por lo general tenemos las mayores lagunas mentales para el momento de someternos a una “prueba interna” o a una “competencia de índices”. Estudiamos, no lo que queremos, sino lo que podemos. Y por lo general, lo que se puede es ser maestro o profesor. Sufrimos además de alucinaciones sociales: reeditamos la estúpida tradición de los mantuanos y sus títulos nobiliarios, y ahora nos empeñamos en un loco ascenso por títulos universitarios que no nos hacen ni investigadores educativos ni mejores seres humanos. Y que por el contrario, nos impiden mirarnos en los ojos de nuestros niños y jóvenes del barrio o de las comunidades originarias, o en las luchas populares de los más humildes trabajadores.

·         En Venezuela, el maestro rural fue en un tiempo el líder de sus comunidades. Pero esas hermosas manifestaciones de identidad social del educador con el pueblo del cual forma parte, hace muchos años quedó atrás. O al menos no son noticia del día a día venezolano. La mató la “sociedad educadora” con la anuencia del sistema capitalista expresado en el Estado burgués. Y como consecuencia de ello, hoy en día los maestros venezolanos pueden ser los seres más descontextualizados de su entorno social, ajenos e ignorantes de los problemas de sus propias comunidades, y eficaces promotores del pensamiento mágico o de las perspectivas subjetivistas y ramplonas que alejan a los individuos de una concepción integral del conocimiento científico. Los maestros venezolanos se han convertido en los promotores y coordinadores del show de fin de curso en donde se hace ovación de la cultura del consumo y de los males heredados del capitalismo.

·         Sin embargo hay que decir que en nuestro país algunos soñadores han hecho esfuerzos ingentes por impulsar los cambios. Pero esos soñadores nunca han estado del lado del poder constituido, y cuando han llegado hasta él, las fuerzas poderosas del Estado oligárquico o burgués los han escupido violentamente. Y si no, revisemos las luchas de Simón Rodríguez. Pero sírvame de ejemplo -más o menos reciente- el Programa Nacional de Formación de Educadores, iniciativa revolucionaria ante la cual el poder omnívoro del para entonces vicepresidente de políticas académicas y rector de la UBV, en pleno auge de una política universitaria incluyente y progresista, reaccionó arteramente desincorporando al diseñador, Profesor Luis Eduardo Leal de las funciones que en calidad de voluntario venía ejerciendo dentro del Ministerio de Educación Universitaria, y destruyendo con ello el diseño inicial de la novedosa propuesta.

·         En Venezuela, los trabajadores más humildes han recuperado sus rostros anónimos.  Ahora son noticia. Siguen, por supuesto las organizaciones sindicales descubriendo sus males, pero avanzan las bases de trabajadores más conscientes, en rescate de las verdaderas conquistas sociales: la justicia, la equidad y el trabajo cooperativo. En todos los rincones vemos gente despierta, presta, dispuesta al combate… No ya por sus elementales necesidades individuales, sino por la convicción de avanzar en la construcción de un proyecto de país concertado a través de ideales democráticos. Mientras una dirigencia avanza por milímetros, los colectivos populares marchan en cuadro apretado. Tampoco aquí, camarada, nos acompañan los estudiantes. Alguna responsabilidad de ello descansa también en la funesta labor del maestro, víctima y victimario en estos lances…

·         También creo que la pasta con que nos formamos los educadores es la misma que modeló al resto de los trabajadores, pero a diferencia de lo que usted afirma sobre la capacidad de resistencia de los maestros mexicanos, no creo que el origen humilde de casi todos los maestros y profesores de este país les haya impedido traicionar la clase social de la cual venían. Pienso que la universidad venezolana, nacida como instrumento de socialización de las reglas del capitalismo en América Latina, cumplió su objetivo. Fue efectiva para enajenar a una significativa mayoría que ingenuamente entró en sus fauces. Les hizo creer que se “superaban” porque acumulaban información que ni siquiera era producida por ellos, sino importada de Europa o de EEUU. Les dio títulos y posibilidades de seguir en “ascenso”. Los hizo abandonar las escuelas porque “ya no se sentían cómodos entre tanta gente ignorante”. Los hizo mudarse de Caricuao al este de Caracas, en busca de ascenso social. En cambio, les negó la sensatez y la sabiduría, únicos aditivos con que el ser humano –pobre o rico- puede engrosar las filas del hombre nuevo, es decir, del hombre justo, honesto, creativo, soñador y emprendedor -inconforme eterno- y creyente por siempre en una sociedad cada vez más perfectible…

Camarada  Echeverría: la educación sigue siendo la reproducción de las estructuras injustas de estas sociedades desfalcadas por más de cinco centurias. Lejos de actuar como estrategia revolucionaria,  se constituye en la homogenización de una falsa perspectiva de la realidad. Más aún cuando los educadores no comprendemos que nos falta todo por aprender, y que poco tenemos que enseñar en realidad. Bastaría sólo con ayudar a los demás a reconocer la forma cómo cada quien aprende, y ser respetuoso de lo que cada quien quiere aprender en forma espontánea y armoniosa. Guiar a nuestros discípulos en la difícil tarea de reconocerse a sí mismos y respetar su esencial y sagrada naturaleza, ofreciéndole estrategias para expresar y argumentar sus propios y particulares puntos de vistas, proporcionándoles las herramientas y escenarios para acceder al conocimiento producido hasta ahora por los seres humanos.

Quizás algo de eso sostiene las tres décadas de luchas de los maestros de preescolar, primaria y secundaria de la Coordinadora (CNTE). Mi respeto por ellos. Yo podría decirles a esos camaradas entonces, parafraseando al Presidente Chávez, que allá lo están haciendo muy bien, pero que nosotros aquí no hemos alcanzado los objetivos “por ahora…”