PLAN DESENCANTO
Gladys Emilia Guevara
Desde hace algunas semanas he venido recibiendo por celular algunos correos a través de Internet, los cuales estimo están elaborados con la deliberada intención de vulnerar conciencias, de manera tal que aquellas personas que aún confiamos en el proceso bolivariano, denigremos del liderazgo del Presidente Chávez, seamos instrumento de desaliento y pesimismo dentro de nuestras propias filas y creemos – por supuesto – el escenario necesario y suficiente, no sólo para salir de Chávez, sino para dejar la puerta abierta para que entren a sus anchas personajes tan siniestros como Ramos Allup, Enrique Mendoza, Andrés Velázquez… y toda la caterva de elementos que hoy día pueblan la llamada oposición venezolana. Todos estos correos vienen encabezados por el titular NOTI GUBERNAMENTAL, y en ellos se giran instrucciones supuestamente de parte de la militancia del PSUV. Estas instrucciones resultan ser, por supuesto, expresiones irónicas que intentan satirizar o criticar aspectos del escenario político actual y ofender la inteligencia de quien recibe la comunicación. Los últimos de ellos son del tenor siguiente: “El llamado del Ministro Navarro demuestra su poder de convocatoria. ¡Defiende a tus líderes!”, “Exitoso inicio de actividades escolares: 89% de asistencia estudiantil y 99% de escuelas activas”…
Así como ese tipo de estrategia estúpida empleada quizás por algún compañero mío, opositor a este gobierno, que quisiera verme claudicar y reconocer que este proceso es un desastre y que nuestro país peligra en manos del liderazgo del Presidente, han venido surgiendo un gran número de infelices iniciativas, las cuales al parecer forman parte de lo que ellos llaman el PLAN DESENCANTO. Estudiosa como soy de la literatura marxista, recuerdo permanentemente las ideas de Mao en relación con el fenómeno de las contradicciones y la necesaria disposición intelectual que debía asumir el pueblo para comprenderlas y contribuir a su superación para beneficio, por supuesto, de los ideales colectivos.
Últimamente he sentido el peso e impacto de este fulano Plan Desencanto. Debo reiterar que me cuesta entender las posturas de algunos compañeros otrora defensores del proceso revolucionario. Sus razonamientos son tan incongruentes como los de un exitoso catedrático universitario que nos impartía desde su pedestal académico ilustrativas lecciones en defensa de los indígenas, y que luego cayó en “desconcierto” cuando llegó al poder un Presidente que en breve espacio de tiempo otorgó los derechos sociales que durante lustros fueron negados a nuestros pobladores indígenas. El pobre profesor aún no se recupera de su enfermedad. Ha escrito – incluso – una pésima novela en donde uno de los personajes es el Presidente Chávez. Masculla por las calles su desasosiego por vivir en un país de subdesarrollados que creen que Chávez es un dios. Y a todos los que una vez fuimos sus alumnos más destacados y que cometimos el pecado de defender el proyecto bolivariano, nos quitó el “privilegio” de su amistad. A mí me despojó de ese “bien” un día en que le envié un escrito del profesor Padrón que se llamaba: “El complejo de Ulises o el Síndrome de la Perplejidad. Racionalidad y medios masivos, los académicos y el caso Chávez”.
Y ahora resulta que algunos de esos compañeros que se llaman “socialistas”, ahora también apoyan el Plan Desencanto, auspiciado por la oposición, en la medida en que dando más importancia a la idea de proclamar sus convicciones “racionalistas” y los esquemas que se han formado de los escenarios político – sociales, olvidan que vivimos una realidad inédita que ha asombrado a muchos de los que han intentado predecir sucesos. Creo que ese siempre fue el error de una fracción importante de la izquierda. Nunca imaginó que el avance de los pueblos pudiera iniciarse a partir de procesos emotivos, los cuales no son otra cosa que la activación del inconsciente colectivo de la humanidad.
Cuando Eduardo Rothe criticó a Vladimir Villegas el uso del término boliburguesía y explicó que todos aquellos que se enriquecían con los dineros del Estado debían ser llamados sencillamente traidores o ladrones, expresaba una de las ideas más acertadas que yo haya podido colegir en esa absurda polémica que protagonizaron por Aporrea. El término boliburgués echa por tierra nuestras expectativas en un proceso histórico que tiene como banderas los ideales bolivarianos, y mal podríamos aceptar discursivamente nosotros la inclusión del término. Cuando un compañero socialista llama a las medidas tomadas por el Presidente devaluación hace exactamente lo mismo.
Desde mi punto de vista se trata - sí - de una medida de ajuste cambiario cuyas repercusiones pudieran generar acciones revolucionarias. Es aquí donde podríamos establecer diferencias entre expresiones con verdadero significado y eufemismos. Y es aquí también cuando debemos hacer más consciente el carácter ideológico que asume nuestro discurso: Ni los ladrones del chavismo son boliburgueses, ni las medidas de ajuste cambiario pueden ser proclamadas de antemano como devaluación.
Ojalá pronto algunos de nuestros “socialistas” desencantados nos expliquen la forma en que en tiempo récord encontramos un nuevo líder fundamentado en un “sistema de ideales colectivistas”, que además de gozar del respeto y el reconocimiento de su pueblo, active un mecanismo el cual impida que gracias el ocaso del liderazgo presidencial, la oposición cobre espacio y asalte el poder. Sólo así podré encontrarle algún sentido a su postura política.