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"El tema no es si
es que logramos el Anarquismo hoy, mañana, o en diez siglos más,
sino que caminemos hacia el Anarquismo hoy, mañana, y siempre..."
Errico Malatesta
por Gladys Guevara
Para nadie es un secreto
ya, en esta dolorosa antesala del siglo veintiuno, el modus
operandi de quienes quieren hacerse del poder; ubicados en eso
que llaman izquierda o derecha, y amparados supuestamente los
primeros por la legitimidad de las luchas de los más desposeídos.
Mientras que del
pensamiento y las actuaciones de personajes que se ubican en la
perspectiva de la llamada “derecha” -aquellos que históricamente
han defendido el capital y su lógica maquiavélica- todo se ha
dicho, y ningún cuestionamiento que sobre estos se haga, puede
cambiar el curso, en ocasiones autómata, de sus distintos operadores
en el mundo; urge destrabar la polémica en torno a qué se entiende
por “izquierda”, y cuáles son sus manifestaciones más
características, dentro del escenario histórico mundial.
La izquierda siempre
estuvo asociada a un sentimiento de rebeldía, a un descontento con
el orden vigente, y a una necesidad de alcanzar justicia social a
través de un orden político fundamentado en unas relaciones de
producción e intercambio que hicieran posible la equidad, la
solidaridad, el respeto; y en líneas generales, la dignidad humana.
Pensar como un individuo
ubicado en esa llamada “izquierda” era, en consecuencia, sinónimo
de permanente controversia. Dentro de las actuaciones de estos grupos
humanos, se polemizaba sobre las mismas formas en las cuales se
abordaba la realidad, se desenmascaraba la religión y sus
instituciones, en la medida en que estas representaciones sociales
impedían la autonomía real del hombre en la superación de sus
propios problemas, y favorecía el control de unos privilegiados
sobre las mayorías indefensas.
En este sentido, si algo
ha de mostrarnos los avances científicos en el estudio del
pensamiento, es la presencia de disfunciones que imposibilitan o
hacen difícil su cabal desarrollo. Dentro de estas disfunciones
destacan el externalismo, la centración, el egoísmo, la
monocausalidad, la impulsividad, las deficiencias verbales, el
pensamiento anecdótico, el pensamiento binario...
Todas son sintomáticas
en la producción de reflexiones débiles o sesgadas. No obstante,
una de las que más daños ha cobrado a la humanidad, tiene que ver
con el pensamiento binario y el tratamiento maniqueísta de la
realidad.
Profundizar en todos los
escenarios de la vida humana sobre las trampas que nos juega el
pensamiento, es tarea para la discusión franca y horizontal De allí
que ese conocimiento no sea suficientemente divulgado, ni se
convierta en materia pendiente de aplicaciones tecnológicas de
carácter pedagógico: mientras más elemental la reflexión de un
individuo, este está más expuesto a mayores posibilidades de
manipulación. Condición ideal para que “izquierdas” y
“derechas” sigan desangrando a una población mayoritaria,
depauperada no sólo materialmente, sino también víctima de una
precaria y perversa escolarización que consolida sus traumas
lingüísticos y sus disfunciones cognitivas.
De allí el caudal
ingente de potenciales víctimas del sistema capitalista, los cuales
se erigen en sus reproductores, y en ocasiones, defensores más
acérrimos, aunque digan ubicarse del lado de las “izquierdas”, o
se autodenominen “bolivarianos” o “chavistas”, asumiendo una
peligrosa dimensión nacionalista o personalista, que no es más que
expresión del fenómeno de centración en el individuo que dice
profesarla.
Chomsky, al parecer
elaboró unas sentencias bastante prácticas sobre este tema,
alertando sobre el peligro del fenómeno de la manipulación. (Hay
quienes cuestionan la autoría del escrito). La lectura
contextualizada de ese texto en la Venezuela actual, arroja luces no
sólo sobre la actuación de las llamadas derechas en el poder
durante la denominada iv república, sino también sobre esa parte de
las “izquierdas” que asumen el poder para ejercerlo
verticalmente, aunque empleen en su retórica la premisa de nuestros
hermanos zapatistas del “mandar obedeciendo”.
En líneas generales,
este texto atribuido por las redes a Chomsky, no demerita su talento,
y nos describe diez estrategias mediáticas empleadas por quienes
asumen el poder de forma jerárquica, para perpetuarse en él ,
ejercer control social y justificar “las naturales contradicciones
del proceso”.
Menciona en primera
instancia la estrategia de la distracción, que consiste en desviar
la atención de las mayorías sobre los problemas verdaderamente
importantes. En la iv república se expresaba a través de vírgenes
que lloraban, avistamiento de seres de otros mundos, la presencia del
chupacabras... mientras la población más vulnerable era víctima de
sucesivos “paquetazos”. En la v república: en la pugnacidad
politiquera de personajes de farándula, en la conversión de la
figura de Chávez de sentimiento nacional (activado sobre el origen y
la lucha de clases) a sentimiento religioso (generado por el
pensamiento binario), mientras continúa sin parar la carestía, las
corruptelas y la criminalización de la protesta...
La segunda estrategia
consiste en crear problemas y aparentar soluciones. Típica técnica
de toda sociedad que apuesta al consumismo, y que se hace vulnerable
a permanente sensación de inseguridad. En consecuencia, todo posee
un costo que inevitablemente hay que asumir, y es la gente quien
entonces demanda el “servicio”. Los gobiernos venezolanos
-exceptuando quizás gran parte del período presidencial de Hugo
Chávez- creaban crisis económicas (“guerra económica, la llama
la retórica de la quinta república) para conculcar los derechos
sociales de la población, en nombre de la “austeridad”
cuartorrepublicana, y en favor de la “fidelidad con el legado del
Comandante Eterno” de acuerdo a la lógica discursiva de la
v república.
La tercera estrategia es
la de la gradualidad: se generan sostenidamente y a largo plazo
condiciones que reclaman la aplicación de prácticas que serían
inaceptables en condiciones normales. Se hace habitual lo irregular,
en virtud de una aparente situación de crisis que siempre tiene una
causa externa, y nunca es responsabilidad de los operadores
gubernamentales. Bajo esta lógica se impuso en Venezuela y en el
mundo entero condiciones socio-económicas propias del
neoliberalismo, y en forma reciente, se naturalizó y banalizó el
desabastecimiento y se criminalizó las compras nerviosas y las
colas. “Hay gente que vive de hacer colas”, “Los culpables del
desabastecimiento son quienes hacen compras nerviosas” “El
bachaqueo está desangrando
la nación”... El culpable según estas sentencia, siempre
anda descalzo.
La cuarta, quinta y sexta
estrategia tiene que ver con: las prácticas de diferimiento de
decisiones impopulares, las cuales permiten hacer permeable la
consciencia del pobre para que termine aceptando el apremio y
necesidad de la medida, (caso del desabastecimiento y el correlativo
aumento de precios, o la diferida medida de aumento de la gasolina y
sus efectos agravantes del fenómeno inflacionario); la arenga
politiquera paternalista que irrespeta la inteligencia de las
mayorías y se erige en “guardián” o “defensor” de sus
intereses, mientras pacta con las oligarquías para seguir
profundizando sus miserias; y el empleo de lo emotivo como mecanismo
de pseudo argumentación, en donde el chavismo se ha ganado el primer
lugar en aquello que Chomsky llama un “cortocircuito” del
pensamiento racional.
También en la séptima,
octava y novena estrategia el gobierno chavista se anotó un nocaut:
mantener a las personas en la ignorancia y/o mediocridad, a través
de una formación escolar masificada, de la cual no hay que quejarse
o ejercer cuestionamiento, porque es “gratis” y jamás o
difícilmente el pobre (a no ser el bien amaestrado por el sistema)
podía soñar con pisar las (j)aulas de la Universidad Simón
Bolívar o de la Universidad Central, (situación por cierto, que
tampoco ocurrió porque esos lugares siempre se reservaron
mayoritariamente para las llamadas clases medias); fomentar y
reforzar la autoculpabilidad, para que siempre se creyera que el
pueblo nunca había estado a la altura de las circunstancias, nunca
valoró suficientemente al Líder máximo, y el supuesto “legado”
que éste le dejó...
Y por último, proclamar,
no que conocen mejor al pueblo de lo que ellos mismos se conocen,
sino que los gobernantes SON el pueblo. Por eso los venezolanos
exhibimos entre nuestros tesoros incomensurables a un Líder Eterno
que no muere jamás y que te espeta con la mirada, en cada edificio
de las metrópolis venezolanas, al igual que el símbolo literario
orwelliano del Hermano Grande; y a un presidente obrero, que a pesar
de su breve estadía por esa condición, ahora califica como
actuación de mafias sindicalistas, el reclamo justo de cualquiera de
los colectivos de trabajadores venezolanos.
En conclusión, creo que
en estos tiempos eso de izquierdas y derechas merece una sana y justa
reflexión.