Por Gladys Guevara
Hace escasos días murió José Padrón Guillén. Su muerte no fue
reseñada ni en grandes ni en pequeñas letras, como es ya usual en sociedades
enajenadas, dependientes y colonialistas, que ignoran la inteligencia humana y
promueven, en aras del control mental y la manipulación, el culto a lo
mediático bajo el apremio de la farándula, el deporte o la politiquería.
Imagino que sólo los grupos de whatsaap de centros académicos divulgaron la
noticia de su deceso. Yo ya lo esperaba porque él mismo me escribió para
despedirse de mí, al conocer el pronóstico de la enfermedad que lo
aquejaba. Su viaje por un mundo hostil
llegaba a su fin, después de librar innumerables batallas para reponer su
organismo de múltiples afecciones que lo mantuvieron siempre a merced de
tratamientos farmacológicos.
No obstante sus enfermedades
̶ aquel hombre excepcional que conocí como mi profesor de
castellano y literatura en un instituto de educación media en Los Teques hace ya más de cuarenta y cinco
años, y que activó en mí, amor hacia las letras y la ciencia ̶
era un investigador incansable. Alcanzó el puesto 467 en el ranking
mundial de investigadores de Venezuela, h-index: 5, citas: 293 (http://www.webometrics.info/es/node/80). Por supuesto, no figuraba como PPI
de ningún centro universitario venezolano de los muchos por los cuales
transitó, porque detestaba el burocratismo académico que falseaba la realidad
de la necesaria y verdadera investigación en nuestras tierras americanas. Mientras
gozaba de un reconocimiento internacional, las prácticas tercermundistas de las
instituciones de todos los gobiernos venezolanos, lo ignoraban. Pero también él
se enorgullecía de prescindir de ellas. No necesitaba reconocimientos
institucionales, porque sólo quería contribuir en la transformación de los
mecanismos para formar investigadores y producir investigación.
De día dictaba cursos y promovía sus novedosas y racionales
perspectivas de cómo organizar los procesos de investigación científica,
mientras de noche leía y producía papeles de trabajo científico que luego
proyectaba en cursos, talleres, conferencias, libros, artículos y monografías…
Fue tutor de no menos de cincuenta trabajos de grado de maestría y doctorado,
sin aspirar por ello ningún tipo de retribución económica, y sí el disfrute cooperativo
del intercambio de conocimientos con sus tutorizados. José produjo una teoría
de la investigación científica, un modelo cognitivo y evolucionista de la
producción científica. Mantenía un sitio web extraordinario, www.padron.entretemas.com , en el cual cualquier persona podía acceder a
materiales científicos y culturales de importante valor, en un franco desafío a
la privatización del conocimiento y al lucro por tal fin.
José se fue profundamente decepcionado de su ejercicio
educativo. Nunca creyó que la educación fuese el mecanismo para transformar la
sociedad, porque su formación marxista lo obligaba a ser realista, pero
intuitivamente consideraba la educación como un bastión de luchas necesario
para impulsar otros procesos que pudieran generar cambios significativos en
pueblos dependientes económica y culturalmente de un orden mundial injusto. La
debacle del proceso político venezolano lo conmovió profundamente. Comprendió,
a tiempo, la inutilidad de las ideas cuando no van esgrimidas con honestidad y
responsabilidad. Pero jamás equivocó el timón en el mar de la justicia, ni
perdió el sentido de frente a qué ̶ y no a quién habíamos perdido la batalla.
Particularmente creo que todos los educadores, en mayor o
menor medida, tenemos pocos incentivos para atesorar fe sobre los resultados positivos
en todo cuanto hacemos para mediar conocimientos. Sin embargo, la tristeza de
José Padrón Guillén en medio de un país empobrecido y sin dignidad, fue la
puñalada final a una enfermedad fulminante que apenas le permitió despedirse de
quienes le amamos. Venezuela pierde a un educador. Venezuela pierde a un investigador.
Venezuela pierde a un hombre honesto, en tiempos en que la honestidad, como
dicen, se miden en gramos…
También se marchó José decepcionado de las ideas que siempre
defendió, y por las cuales arriesgó en no pocos momentos hasta su vida. Era
hombre de convicciones y de acción. Su ropaje académico sólo encubría a un
militante por la vida, a un luchador incansable por el mejoramiento humano que
no temía el enfrentamiento con los cancerberos del horror y la miseria humana.
Se unió siempre a causas justas. Militó en ellas siempre con pasión, pero
advirtió ya casi en los últimos años de su vida, la capacidad de mutación del
sistema capitalista, observó los mil rostros de la anacrónica dicotomía entre
izquierdas y derechas, la retórica artera de los simbolismos inútiles, de la
corrupción y el pillaje bajo bandera de apariencia revolucionaria.
Yo tuve el privilegio de ser su discípula, su lectora
permanente y su eterna amiga. Por eso creo que se hubiese sentido contento de
saber que yo escribo estas líneas en su memoria. Los seres humanos sólo se
eternizan en la inteligencia humana, y José sólo detuvo su recorrido físico,
pero su aporte en el área de producción de materiales instruccionales, impresos
y audiovisuales, sus aportes en materia de organización de la investigación,
en epistemología y análisis del
discurso, están allí, a la disposición de todos los que quieran continuar el
viaje.
El suyo se detuvo, para nuestra mayor tristeza. Pero creo que
el mejor homenaje que podremos hacerle a José Padrón Guillén, quienes sí
valoramos la grandeza y dimensión de este ser humano, es seguir combatiendo lo
que el mismo José llamó los frenos al desarrollo de la ciencia, la tecnología y
la innovación: la falsa academia, la
proliferación de operadores academicistas que se lucran administrando programas
con informaciones carentes de rigurosidad científica, “modas académicas”,
retóricas cantinfléricas, la formación de investigadores bajo manuales de
metodología de la investigación o bajo enfoques filosóficos especulativos… Redimir la academia bajo la convicción de que
lo que realmente nos hace pueblos subdesarrollados es nuestra incapacidad para
producir una ciencia, unas tecnologías y
unas innovaciones propias.
Viajas con nosotros, José. Con todos y cada uno de los que
comprendimos tu mensaje y nos alimentamos con tus afectos. Descansa tú ahora.
Reposa, mientras seguimos batallando un rato más en este mundo.