sábado, 31 de agosto de 2019

José Padrón Guillén y su huella en la investigación científica



Por Gladys Guevara

Hace escasos días murió José Padrón Guillén. Su muerte no fue reseñada ni en grandes ni en pequeñas letras, como es ya usual en sociedades enajenadas, dependientes y colonialistas, que ignoran la inteligencia humana y promueven, en aras del control mental y la manipulación, el culto a lo mediático bajo el apremio de la farándula, el deporte o la politiquería. Imagino que sólo los grupos de whatsaap de centros académicos divulgaron la noticia de su deceso. Yo ya lo esperaba porque él mismo me escribió para despedirse de mí, al conocer el pronóstico de la enfermedad que lo aquejaba.  Su viaje por un mundo hostil llegaba a su fin, después de librar innumerables batallas para reponer su organismo de múltiples afecciones que lo mantuvieron siempre a merced de tratamientos farmacológicos.

No obstante sus enfermedades  ̶ aquel hombre excepcional que conocí como mi profesor de castellano y literatura en un instituto de educación media  en Los Teques hace ya más de cuarenta y cinco años, y que activó en mí, amor hacia las letras y la ciencia  ̶  era un investigador incansable. Alcanzó el puesto 467 en el ranking mundial de investigadores de Venezuela, h-index: 5, citas: 293 (http://www.webometrics.info/es/node/80). Por supuesto, no figuraba como PPI de ningún centro universitario venezolano de los muchos por los cuales transitó, porque detestaba el burocratismo académico que falseaba la realidad de la necesaria y verdadera investigación en nuestras tierras americanas. Mientras gozaba de un reconocimiento internacional, las prácticas tercermundistas de las instituciones de todos los gobiernos venezolanos, lo ignoraban. Pero también él se enorgullecía de prescindir de ellas. No necesitaba reconocimientos institucionales, porque sólo quería contribuir en la transformación de los mecanismos para formar investigadores y producir investigación.

De día dictaba cursos y promovía sus novedosas y racionales perspectivas de cómo organizar los procesos de investigación científica, mientras de noche leía y producía papeles de trabajo científico que luego proyectaba en cursos, talleres, conferencias, libros, artículos y monografías… Fue tutor de no menos de cincuenta trabajos de grado de maestría y doctorado, sin aspirar por ello ningún tipo de retribución económica, y sí el disfrute cooperativo del intercambio de conocimientos con sus tutorizados. José produjo una teoría de la investigación científica, un modelo cognitivo y evolucionista de la producción científica. Mantenía un sitio web extraordinario, www.padron.entretemas.com , en el cual cualquier persona podía acceder a materiales científicos y culturales de importante valor, en un franco desafío a la privatización del conocimiento y al lucro por tal fin.

José se fue profundamente decepcionado de su ejercicio educativo. Nunca creyó que la educación fuese el mecanismo para transformar la sociedad, porque su formación marxista lo obligaba a ser realista, pero intuitivamente consideraba la educación como un bastión de luchas necesario para impulsar otros procesos que pudieran generar cambios significativos en pueblos dependientes económica y culturalmente de un orden mundial injusto. La debacle del proceso político venezolano lo conmovió profundamente. Comprendió, a tiempo, la inutilidad de las ideas cuando no van esgrimidas con honestidad y responsabilidad. Pero jamás equivocó el timón en el mar de la justicia, ni perdió el sentido de frente a qué  ̶ y no a quién­ habíamos perdido la batalla.

Particularmente creo que todos los educadores, en mayor o menor medida, tenemos pocos incentivos para atesorar fe sobre los resultados positivos en todo cuanto hacemos para mediar conocimientos. Sin embargo, la tristeza de José Padrón Guillén en medio de un país empobrecido y sin dignidad, fue la puñalada final a una enfermedad fulminante que apenas le permitió despedirse de quienes le amamos. Venezuela pierde a un educador. Venezuela pierde a un investigador. Venezuela pierde a un hombre honesto, en tiempos en que la honestidad, como dicen, se miden en gramos…

También se marchó José decepcionado de las ideas que siempre defendió, y por las cuales arriesgó en no pocos momentos hasta su vida. Era hombre de convicciones y de acción. Su ropaje académico sólo encubría a un militante por la vida, a un luchador incansable por el mejoramiento humano que no temía el enfrentamiento con los cancerberos del horror y la miseria humana. Se unió siempre a causas justas. Militó en ellas siempre con pasión, pero advirtió ya casi en los últimos años de su vida, la capacidad de mutación del sistema capitalista, observó los mil rostros de la anacrónica dicotomía entre izquierdas y derechas, la retórica artera de los simbolismos inútiles, de la corrupción y el pillaje bajo bandera de apariencia revolucionaria.

Yo tuve el privilegio de ser su discípula, su lectora permanente y su eterna amiga. Por eso creo que se hubiese sentido contento de saber que yo escribo estas líneas en su memoria. Los seres humanos sólo se eternizan en la inteligencia humana, y José sólo detuvo su recorrido físico, pero su aporte en el área de producción de materiales instruccionales, impresos y audiovisuales, sus aportes en materia de organización de la investigación, en  epistemología y análisis del discurso, están allí, a la disposición de todos los que quieran continuar el viaje.

El suyo se detuvo, para nuestra mayor tristeza. Pero creo que el mejor homenaje que podremos hacerle a José Padrón Guillén, quienes sí valoramos la grandeza y dimensión de este ser humano, es seguir combatiendo lo que el mismo José llamó los frenos al desarrollo de la ciencia, la tecnología y la innovación:  la falsa academia, la proliferación de operadores academicistas que se lucran administrando programas con informaciones carentes de rigurosidad científica, “modas académicas”, retóricas cantinfléricas, la formación de investigadores bajo manuales de metodología de la investigación o bajo enfoques filosóficos especulativos…  Redimir la academia bajo la convicción de que lo que realmente nos hace pueblos subdesarrollados es nuestra incapacidad para producir una ciencia, unas tecnologías  y unas innovaciones propias.

Viajas con nosotros, José. Con todos y cada uno de los que comprendimos tu mensaje y nos alimentamos con tus afectos. Descansa tú ahora. Reposa, mientras seguimos batallando un rato más en este mundo.


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