Gladys Emilia
Guevara
Ayer escuchaba la
entrevista que Vladimir Villegas hacía a Juan Barreto y me preguntaba por las
razones que hacen que, en Venezuela, el país donde nací y me formé, (en otras
geografías el fenómeno igual ocurre, pero con otras implicaciones quizá más
dolorosas porque terminan en genocidios) una persona deja de reconocer al
individuo político encarnado en la palabra pueblo y lo adjetiva de terrorista,
enajenado, salta talanquera, vende patria, guarimbero… Sus protestas son
infundadas, otros las promueven y financian. Ese sujeto no piensa. Si no es un
hijo de “papi y mami”, es un lumpen. Sólo a quien lo califica y juzga lo
acompaña la razón. Él, como decía atinadamente Juan Barreto, está por encima
del bien y del mal. Él sí piensa.
Afortunadamente las
insurrecciones populares no se piensan desde la racionalidad institucionalista.
Se sienten. Y conforme al principio anarquista, se actúa.
Y hoy, nuevamente, el
pueblo venezolano comienza a actuar con dignidad. Una dignidad que a veces
tiende a aletargarse, a replegarse en la creencia de que ya no volverá a
reclamarle su sangre y la de sus hijos. Pero que demandante y fiera, le indica
la calle y le exige que desnude su pecho para que otros sigan avanzando y
conquisten reivindicaciones.
El dios de Spinoza, en
quien también creo, sabe cuánto me duele expresar esta realidad, y cuánto me
duele ser espectadora de escenarios violentos en donde ya se cuentan pérdida de
vidas, a lo largo y ancho de nuestra geografía, sin que las lecciones del
pasado en las cuales todos parecíamos haber concluido en aquello de que la soberanía
residía en el pueblo, nunca fuesen entendidas ni compartidas a plenitud.
Resulta que la condición
de pueblo con derechos, depende del tenor de quien gobierna o de quien siente
simpatía por una u otra forma de gobernar. Para esta forma de pensamiento
autoritarista, el pueblo es sólo el pueblo cuando complace sus razonamientos
intelectuales o cuando se ciñe a sus intereses. Más de una vez, ante mis
reclamos a aquellos “camaradas” que engrosaron las filas del poder y asumieron
cargos en las instituciones públicas, recibí hostilidades y el calificativo de
traidora o salta talanquera, porque no me ajustaba a los intereses del gobierno
de turno. Tremenda ingratitud, según ellos, porque era el gobierno que nos
había envestido de toda clase de leyes para que viviésemos mejor. Por arte y
magia de un gobierno seudo socialista, quienes reclamábamos habíamos perdido
ese elemental derecho, porque la generosidad de un Estado, nos había otorgado,
discursivamente y en leyes que descansaban en letra muerta, nuestros derechos
ciudadanos.
¿No será posible para los
empleados públicos en funciones de dirección y para quienes gobiernan en
Venezuela, un mínimo de coherencia? ¿Es que el miedo a perder el poder, cuando
se ha obrado injusta, despótica y deshonestamente, es lo único que los lleva a
reprimir el clamor popular por el respeto del derecho soberano del pueblo a
regir su destino? Ese pueblo que hoy está en la calle no sigue liderazgo
alguno, señores. Son los mismos que rescataron el gobierno de Chávez,
sintiéndolo entonces un aliado. Son los que, sin miedo, siempre, siempre, ponen
los muertos para que ustedes se monten en el poder, les rindan homenajes,
esgriman eslóganes, e inmediatamente se den a la tarea de dilapidar y medrar
del erario público. Ya en tiempos de Chávez repartían recursos para que sus
séquitos de barraganas se hiciesen cirugías y acompañaran sus excesos. En algún
momento… ¿es que no se lo esperaban? Ese pueblo “maleducado”, “grosero” y
“violento” … les iba a interrumpir la fiesta.
El mérito del despertar
de la dignidad no está en María Corina Machado. Ella sólo es el instrumento.
Ojalá lo entienda, y si logra hacer valer el resultado electoral, no olvide
jamás su sagrado deber de escuchar al pueblo. No es nada complicado cuando se
opta por gobernar respetando los derechos fundamentales de los pueblos y no
privilegiando los intereses de los empresarios y de las grandes corporaciones,
como una vez creímos que iba a hacer el finado presidente Chávez.
Gobierno que nos
desconozca, estamos obligados a quitárnoslo de encima, porque para ello somos
los pobres quienes mayoritariamente ponemos los muertos.
(Agradezco a Vladimir y a
Juan Barreto esa pedagógica entrevista, fue ella quien me impulsó a volver a
escribir en este medio. Gracias por la empatía)