monstruosamente glotón,
que se comía las colitas
de la gata y del ratón.
Y aunque era monstruo bueno
no conocía razón.
Miau, miau, maullaba la gata,
Hiaaa, hiaaa, chillaba el ratón,
huyendo despavoridos
de aquel gigante tragón,
que degustaba sus colas
con guisante y champiñón.
“Epa, epa…” le dijo la señora,
Mamacita del monstruón:
“Usted se sienta tranquilo,
a comerse el minestrón,
con lentejas y papitas,
zanahorias y buen jamón”.
“Deje a esos bichos sus colas
Y aprenda ya la lección:
Los monstruos si no son buenos
Van directico a prisión”.
Y el monstruo alzó su pata,
Con susto en el corazón:
“Mamacita, yo soy bueno
Y los libero a los dos”
Y desde ese día, Martina,
se hizo amigo del ratón,
acarició a la minina,
con dulzura y con amor,
porque quería ser libre
y nunca causar dolor.
Y así termina la historia
del monstruito comilón,
que come los vegetales
que saben mucho mejor.
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