En ocasiones uno lamenta la propensión a formular continuas
analogías con base en las peores disfunciones de los seres humanos, para
compararlas con ciertas características inherentes a la naturaleza de
determinada especie animal. Así suele decirse por ejemplo que los militares que
ascienden al poder y ejercen dictaduras, son gorilas; que las mujeres que
actúan en forma perversa e insidiosa, son serpientes; o se le llama rebaño de
ovejas a las masas hipnotizadas y doblegadas por la autoridad…
Estas comparaciones que descansan sobre figuras discursivas
alegóricas, resultan siempre peyorativas para los animales, quienes
desprovistos del lenguaje articulado, y en consecuencia, del desarrollo de una
consciencia compleja, quedan estigmatizados con unos males que surgen del
ejercicio de los vicios y prácticas enajenadas de las sociedades humanas.
El Gral. Müller Rojas, por ejemplo, condenó a las ciento tres
especies de alacranes que pueden encontrarse en Venezuela –la mayoría de las
cuales no representan ningún peligro− a espiar las culpas de un tipo de ser
humano que comenzó a surgir en los distintos períodos republicanos de nuestra
historia, a la sombra de un poder que le era conferido con aparente legalidad;
pero que en virtud de la inexistencia de mecanismos eficaces de control y
evaluación, actuaba sin legitimidad alguna.
Una omisión con doscientos años de historia −un
"equívoco bicentenario"− hizo crecer el nepotismo, la corrupción, el
clientelismo, el tráfico de influencia, los chantajes, acosos laborales de
carácter sexual… hasta magnitudes de carácter endémico dentro del ámbito de la
administración pública, y en consecuencia, dentro de las prácticas de esas organizaciones
que surgieron más tarde −supuestamente con el objetivo de delinear estrategias
adecuadas de toma y ejercicio del poder− como lo son los partidos políticos.
Atribulado ante ese duro tránsito por la función pública, y
más tarde por la militancia al frente de la vicepresidencia del PSUV, el
compañero Müller Rojas reveló públicamente la existencia de un burocratismo
público depredador vinculado con la empresa privada, así como de unos intereses
grupales opuestos a cambios verdaderamente revolucionarios, funcionarios acostumbrados
a actuar a través de la legalidad de la democracia representativa para la
concesión de prebendas personales. Los bautizó como "nido de
alacranes", mientras explicó el poder que tenían para aislar al Presidente
Chávez alrededor de un "círculo de hierro" que le cortaba al Jefe de
Estado su relación directa con la sociedad, y más específicamente, con el
pueblo humilde más propenso a sufrir las veleidades producidas por las disfunciones
del "sistema".
Señalaba el dirigente la existencia de por lo menos tres
nidos: uno frente a una mafia banquera financiera, la cual fue tiempo después
desarticulada por el mismo Presidente Chávez después de un "Aló
Presidente" transmitido desde el sector El Maizal; otra al frente de
grupos de poder vinculados al sector religioso evangélico, que muchos señalan
pero nadie hasta ahora ha logrado detener, y una tercera –no menos importante e
inexorable− al frente de los llamados funcionarios "incondicionales"
y "leales" al Presidente Chávez.
Ya se cumplen casi tres años de la advertencia: "Chávez
está sentado en un nido de alacranes". No sólo los catorce años en el
poder no nos han servido para impulsar una economía no dependiente de la renta
petrolera, sino que han profundizado el mal consolidando una nueva élite
empresarial que efectivamente y tal como la señalara Müller, medra impunemente
del tesoro público.
Y uno se pregunta: ¿Qué ha ocurrido con esos dos nidos de
alacranes de la política que no lograron ser rotos por el Presidente Chávez?
¿Quiénes son y dónde están? ¿Siguen formando parte del grupo de los
"leales" e
"incondicionales" del Presidente Chávez? ¿Qué relación tiene
esa especie humana corrupta con la falta de funcionamiento de proyectos socioproductivos
que se anunciaban como la panacea del socialismo venezolano, y las medidas
antipopulares que se han venido tomando en materia financiera?
Pero por sobre todo –y hacia allá va el propósito fundamental
de nuestra reflexión, por mucho que esta pueda herir las susceptibilidades de
todos aquellos que han optado por endiosar e idealizar irreflexivamente la
figura presidencial perdiendo de vista su condición humana, y en consecuencia,
sus limitaciones físicas, sus errores y contradicciones propias− uno se
pregunta cómo puede éste con una salud tan precaria resistir el embate de estos
mismos alacranes, en uso aún de su ponzoñoso poder, consolidado por la
impunidad.
Y creo que la pregunta no sólo es válida y pertinente, sino
que reclama de todos nosotros un ejercicio responsable, que parte desde la
racional y justa administración de afectos, en la medida en que si en realidad
decimos que queremos y valoramos el esfuerzo ingente hecho por el Presidente
Chávez en aras de impulsar un proyecto histórico de carácter nacional y
continental, debemos entender que su salud limitará su desempeño, y su
desempeño le exigirá –lo sabemos todos− esfuerzos que lejos de contribuir con
su restablecimiento, podrían deteriorar una vez más su estado físico.
Y por otra parte, después de evaluar la conveniencia personal
y colectiva de un gobierno desplegado bajo la imagen de Chávez, pero sin
Chávez; o con un Chávez que se incorpora a duras penas al escenario político,
en un último esfuerzo de arder como el leño para ofrecer los últimos destellos
de luz y sensación de calor, debemos sopesar nuestra propia conducta como
supuestos protagonistas en el desarrollo de un poder popular cada día más real
y fortalecido. Debemos evaluar cuánto hemos andado en el camino de formación de
colectivos sociales con estrategias de poder claras y al margen de dádivas
oficialistas, cuánto en la articulación de equipos de trabajo popular que en
forma categórica rechacen una incorporación en el poder a modo de nuevos operadores
de instituciones hechas para la corrupción. Sólo entonces podremos conocer el
saldo de estos catorce años de aparente "taima", y las perspectivas
de avance que podemos tener en cualquiera de los escenarios políticos que se
presenten en Venezuela.
Y aunque no dudo de la honestidad del Presidente Chávez para
evaluar sus posibilidades reales y efectivas de asumir nuevamente el duro timón
de la nave, creo que la respuesta de conducción ya no le corresponde, en la
medida en que él sentó las bases para que seamos nosotros mismos los que
dictemos las pautas de esa dirección. Le corresponde entonces a él ahora
confiar en su obra y en los hombres y en las mujeres que al margen de prebendas
y privilegios, están en la disposición de seguir avanzando en la construcción
de una economía productiva y real, que permita ciertamente en un mediano plazo ufanarnos
de soberanía y desarrollo, sin que paradójicamente tengamos que vernos en las
vergonzosas circunstancias de recurrir a medidas monetaristas o fiscalistas
incapaces de dar respuesta al problema de una economía monoproductora, así como
al persistente problema de cohabitación y consolidación de verdaderas mafias
empresariales burócrático-corporativas que desde el seno mismo del Estado,
configuran el mayor nido de alacranes del que se tenga noticia en esta última
década de gobierno chavista.
Pronto se cumplirá un año más de la desaparición física del
General Müller Rojas, quien se despidió de nosotros ofreciéndonos algunas
advertencias y un sano ejercicio de reflexión crítica que no debemos olvidar.
Estos alacranes humanos no son comunidades naturales que obedecen a un
equilibrio biótico como ocurre en los ecosistemas de estos arácnidos,
mayormente inofensivos como ya apuntábamos; estos depredadores de la
administración pública socavan lo más sagrado del pueblo, que es su dignidad, y
terminan por exterminar, en plazos cada vez más perentorios, con la paciencia
del pueblo venezolano.
Espero que con esta última no se pierda definitivamente la fe
y la confianza en lo mejor del ser humano, que no es otra cosa que la búsqueda
incesante por encontrar formas de gobierno soberanas, justas y eficientes.