Mataron a Sabino Romero. Sus ejecutores no están sólo entre
los dos sicarios que accionaron el arma contra el pecho honrado de aquel líder
indígena y contra la humanidad de Lucía, su esposa, quien aún lucha por su vida;
ni tan siquiera en las manos de posibles ganaderos que pagaron el encargo.
También se encuentran en la complicidad de muchos de sus hermanos indígenas que
optaron por la traición y la alianza con el poder, en la impunidad macabramente
diseñada por los organismos del Estado para facilitar la muerte de los
compañeros yukpa que luchaban por la delimitación de sus tierras, y posibilitaron
luego el asesinato de este luchador incansable que fue Sabino Romero.
Los ejecutores de la muerte de Sabino Romero también están en
los medios de comunicación – de derecha y del oficialismo, que en eso no se
diferencian mucho cuando se trata de sostener el poder− quienes contribuyeron a
criminalizar su lucha, o que la invisibilizaron concediéndole en ocasiones pequeños
espacios o los espacios menos importantes y banalizando las causas reales y
estructurales que originaban el significativo número de muertes de compañeros
yukpa en estos últimos años.
Pero, por sobre todo, los ejecutores de este último golpe a
la digna lucha del pueblo yukpa, y a la de todos lo que tenemos consciencia
histórica y cultural, se encuentran entre aquellos que guardaron un silencio
cómplice frente a la lucha del indígena, entre aquellos portadores de esta
maldita cultura de colonizados que les impide hacer causa común con el hermano
en justo combate por la vida y por la tierra, so pena de perder las prebendas
de funcionarios del gobierno que han terminado por desmovilizar al pueblo y
ponerlo al servicio de las instituciones mal llamadas revolucionarias.
Tal como una vez advirtiera el compañero Esteban Emilio
Mosonyi: Volvimos a matar a Guaicaipuro en pleno siglo XXI. Y lo que es peor,
con sello de revolución bolivariana. Todo el escenario para que este hecho
ocurriera lo vino cocinando el Estado venezolano con sus erradas políticas
frente al pueblo indígena. De allí que
resulte una falacia que se pretenda decir que la muerte de Sabino Romero es
producto de un "plan desestabilizador de la derecha". Si es un acto
provocador, lo es de la derecha interna que medra en este gobierno. No de esa
"derecha" vaga y abstracta que han pretendido pintárnosla como un
peligro externo, (¡qué bien sabemos que lo es!) ubicado sólo en las filas de la
oposición y de sus líderes.
Expresamos toda nuestra solidaridad con la familia de Sabino
Romero y con su pueblo. Así como hacemos un llamado de exigencia a los
organismos públicos para que Lucía sea debidamente atendida en aquellos
hospitales en donde nunca hay insumos para la población indígena; y para que se
preserve su vida, ahora en riesgo mayor en virtud de su condición de testigo de
los hechos. (Igual suerte corre Carmen Fernández, madre de los tres jóvenes
yukpa masacrados recientemente, y a quien se le dictan órdenes de protección
que la guardia nacional de la zona –a las que nos negamos a llamar
bolivariana−, no cumple.)
Consternados aún por tu muerte, Sabino, te lloramos. Pero
sabemos que no nos está permitida la parálisis. Hoy, en las calles de Caracas,
la sangre indígena de los caribes, esgrimirá tus armas indómitas de dignidad y
lucha.
¡Qué viva Sabino
Romero! ¡Qué vivan nuestros pueblos originarios!
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