martes, 10 de febrero de 2015

“Chávez se murió, el cabildo se acabó”



“Chávez se murió, el cabildo se acabó.” Con esas sentenciosas palabras, los militares del Alto Apure advertían a los campesinos desalojados de las tierras de “La Cañada Avileña”, que el sueño de “Tierras y Hombres Libres” había sido sólo discurso de un caudillo institucionalizado que afortunadamente para ellos, ya estaba muerto.

Imagino la bofetada moral a los más humildes, a los que una vez sintieron esperanzas de que los procesos históricos de sus pueblos se revirtieran y efectivamente triunfara la equidad y la justicia social. Imagino el dolor de la mujer campesina, madre de los hijos y de las siembras, viendo arder sus casas y las semillas que anunciaban una nueva cosecha. Imagino la sorpresa de los niños ante la violencia desatada por unos militares que supuestamente tienen el deber de resguardar a la nación, y que por una orden venida de las alturas -de alguna gobernación o ministerio- se transforman en segundos, en una horda de torturadores y saqueadores capaces de arrebatarles sus vidas y hasta sus humildes pertenencias.

Imagino. Y somos capaces de imaginar porque esa situación de desconcierto inicial la hemos experimentado antes. Luego viene la necesidad apremiante de reflexionar.

 A más de quince años, decir que tenemos “gente infiltrada” dentro de un fulano “proceso”, no sólo resulta ingenuo, sino atrevido. Si en quince años no hemos sabido detectar a esos supuestos “infiltrados” y sacarlos de los lugares en donde efectivamente hacen daño, es porque definitivamente somos negligentes o incompetentes. A no ser que esos “infiltrados” formen parte del “pastel” que nos vendieron con aquella farsa del socialismo del siglo veintiuno. Y que quienes nos lo vendieron simplemente se aprendieron un discurso ancestral de reivindicación popular, que no sólo gana votos en tiempos de crisis, sino que adormece insurrecciones que sí van dirigidas a radicalizar conflictos de clase.

No de otro modo puede entenderse lo que le pasó a nuestro compañero Joaquín Pérez Becerra, extraditado sin respeto a normas internacionales y entregado al Estado paramilitar colombiano; a los cientos de campesinos y obreros muertos por sicariato bajo la más absoluta impunidad, a las muertes de indígenas yukpa y de su líder Sabino Romero Izarra, a la larga y tortuosa prisión sufrida por Julián Conrado, a la extraña situación de desprotección en la cual mantienen al compañero Asier Guridi Zaloña…

Tampoco hemos de perder de vista el estado generalizado de negligencia y corruptela de todos los organismos públicos… ¿Eso es también consecuencia de una guerra económica desatada por opositores o por organismos y entidades imperiales? Probablemente esto último sí sea cierto. Nadie niega la existencia de elementos externos que conspiran por obtener el dominio político y económico de un país con tantos recursos mineros. No de otro modo, sino por la voracidad del placer, minaron la salud de Cipriano Castro y lo condujeron al sepulcro. Quizás también la voracidad del consumismo “obligó” a “estos pobres compatriotas” a ser títeres de conflagraciones organizadas allá en el Pentágono o en el Mossad, dirigidas ahora a revertir los pequeños avances que durante estos últimos años los más humildes habían alcanzado en materia de derechos. Derechos que si bien se consagraron, su solo reclamo acarreó a cientos de venezolanos la propia vida, como fue el caso de indígenas, campesinos y obreros que durante estos supuestos años de “revolución”, murieron tratando de que esas leyes no fuesen letra muerta.

Claro, los organismos jurisdiccionales andan muy ocupados investigando (a algunos, no todos) los desaparecidos de la cuarta república, y aún no han tenido tiempo de ocuparse de los que desaparecen diariamente, ya sea por efectos de la delincuencia organizada, la saña genocida de un grupo de fascistas opositores o de las negligencias del Estado-Gobierno… “Confórmense -nos dicen- antes los mataban por sus ideas. Ahora no.” Y uno siempre le nombra a Sabino Romero Izarra que no sólo era idea, sino acción.  Pero, ¿cómo se le ocurre a uno argumentar con ese caso? Ese sólo era un indio. Y roba vacas. ¿Verdad, Nicia Maldonado? Otra “infiltrada” colocada en el cargo, nada más y nada menos que por el mismísimo Chávez. Misterios del socialismo del siglo veintiuno.

Ahora nos llegan noticias de Apure. Noticias que por supuesto podemos obtener vía Internet porque los medios en manos del Estado en su estrecha cobertura, parafrasean paradójicamente el nombre de aquel documental irlandés sobre el 11 de abril… “La traición no será transmitida”, y se niegan a poner sus cámaras y sus plumas al servicio de causas contrarias a lo “institucionalmente correcto”. Un día después, afortunadamente, Aporrea no guardó silencio.

Y es por voces de campesinos que conocemos las miserias en las que se desangran dos bandos nacidos del chavismo, los cuales arrastran, en sus luchas por el poder, las vidas de los campesinos consagrados a la tarea del trabajo y la producción diaria. Y de pronto, el nombre de Ramón Carrizales establece una conexión inmediata con una situación muy trascendental: la primera explosión de ira televisada que tuvo Chávez en contra del pueblo humilde, en este caso en contra de un líder comunitario del Barrio “Federico Quiroz”, Nelson Mora, quien le advertía sobre la actitud ladina y mentirosa de su viceministro para la presidencia, nada más y nada menos que el mismísimo Carrizales, hoy gobernador del Estado Apure y quien ordenó el desalojo de los campesinos apureños. (Por cierto, a la esposa de éste también la “premiaron” otorgándole el ministerio del ambiente, y algún día conoceremos a ciencia cierta los alcances de su “labor revolucionaria” al frente de este despacho.)

A quien no recuerde el caso de Nelson Mora, aquí le dejo el link, para que refresque la  memoria, que es lo único que puede salvar al pueblo: https://www.youtube.com/watch?v=NMMA5j4IOE8.

Como verán, no faltó pueblo que le advirtiera a Chávez sobre la existencia de unos “alacranes” enquistados a su alrededor. Tampoco faltaron líderes que intentaran decirle algo que él sabía de sobra, pero que entonces le convenía silenciar. Recordemos a Luis Tascón y al General Müller Rojas. Muerto el primero por un cáncer activado por una situación de descrédito y anulamiento político que se fraguó sobre él por el solo hecho de levantar su voz de alerta. Y el segundo, execrado de la confianza del “Comandante Supremo”. No venga entonces ningún fanático a acusar al pueblo por omisiones e inconsistencias de exclusiva responsabilidad de quienes ejercen control del Estado. Si Chávez estuviese vivo, de seguro hoy estaría haciendo una mea culpa y asumiendo su responsabilidad en esta debacle, porque indudablemente la tuvo. Y fue inmensa.

Pero efectivamente, tal y como dicen los militares del Alto Apure… Chávez se murió. No caben reclamos a un difunto. Y para alegría nuestra, el pueblo sigue vivo. Seguimos vivos también en las ciudades, a pesar del enajenamiento de un fulano socialismo que solo fue discurso declarativo. El pueblo venezolano sigue vivo. Esa fue también la lectura que pudimos hacer de los videos que reseñan las voces de los campesinos, y del valiente y digno rescate que una pequeña poblada, hizo de su compañero Luis Palacios, quien había sido capturado por estos “valientes soldados” para “conversar con él”, como decía “dulcemente” la esposa de uno de los “héroes”, pidiéndole a Palacios que se dejara maniatar por sus captores.

Nunca como hoy estuvo más claro el panorama. Tal y como afirma el compañero Yuri Valecillo: “Los días pasan y en Venezuela una elemental síntesis indica que la cosa es gobierno y/u oposición, lo de revolución y contra/revolución será en otra ocasión...”

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