La ruptura comunicativa y el discurso político en Aporrea
Gladys Emilia Guevara
De particular interés me ha resultado siempre, como amante de los fenómenos del discurso, la formación de barreras comunicacionales entre interlocutores. Y en este sentido Grice, un importante filósofo del lenguaje, nos ha legado su aporte, el cual si bien no alcanza a ofrecernos una perspectiva integral del sistema de habla humana, permite abordar diversas realidades más cercanas a nosotros, y en las cuales en ocasiones nos jugamos decisiones trascendentales, no sólo en lo personal, sino con repercusiones en lo colectivo.
Para Grice, la actuación lingüística se enmarca dentro de un principio que él denomina el principio de cooperación y se concreta a través de unas máximas fundamentales que tienen que ver con la cantidad, calidad, relación y manera de la contribución lingüística. En búsqueda de la sencillez en la transmisión de su enfoque, las resumió a través de sentencias: Haz tu contribución lo informativa que sea preciso, sin adicionar aspectos innecesarios; procura que tu contribución sea verdadera, y en este sentido, no digas lo que no conoces suficientemente; sé pertinente, expresando aquello sobre lo que es el tema de conversación y sobre lo que tus interlocutores esperan que hables; y finalmente, sé claro, siendo breve, metódico y evitando lo ambiguo.
Quizás mueva a risa tratar de hacer transferencia de estos principios en el complejo espacio del discurso político, cuyo propósito escapa de la intención cooperativa de los interlocutores y se remonta al plano de la persuasión.
En este último sentido y sin incursionar en el pantanoso fondo de la publicidad, podríamos admitir que el propósito de persuadir podría llevar inmerso una intención cooperativa, en la medida en que se procura convencer al interlocutor – sobre bases racionalmente convincentes - de la conveniencia de asumir un determinado enfoque de la realidad que resulte conveniente para el logro de unas relaciones sociales justas, respetuosas y enmarcadas dentro de objetivos colectivistas.
En este caso que se describe, es admisible la proyección de un modelo comunicacional respetuoso en el ámbito de la discusión política, y me inclino a afirmar que es imprescindible construirlo si en realidad estamos convencidos de la necesidad de superar nuestra enajenación capitalista y convencer a las mayorías de que el modelo socialista no sólo persigue objetivos distintos al neoliberal, sino que los métodos y prácticas para arribar a él son totalmente diferentes.
Nuestra formación escolar e informal debe recibir el impacto de diseños y programas que contribuyan con un sentido interdisciplinario al logro de este objetivo. En la medida en que nos hagamos conscientes de lo que hacemos cuando decimos algo, comenzarán a surgir verdaderos espacios de reflexión y de autocrítica.
Sin embargo, es la educación informal la que más temprano que tarde, nos lleva a extraer las representaciones cognitivas que prevalecerán a lo largo de nuestra vida social, y es por ello que todos aquellos mecanismos de educación informal, cobran un valor muy particular. En este sentido Aporrea viene apoderándose exitosamente de uno de esos espacios. De allí que resulte particularmente significativo el preguntarnos cuál es nuestro propósito cuando escribimos en Aporrea.
Algunos escriben para cuestionar o elogiar alguna situación del acontecer local, regional o nacional, otros asumen como propósito el revelar un aspecto de la realidad que aparece oculto, una parte significativa de los colaboradores de la página tal vez incentive nuestro interés hacia ciertos temas que desde su punto de vista pueden resultar clave, y una gran cantidad quizás escribe alentado por la esperanza de que funcionarios ubicados en puestos de poder empleen este espacio como un “termómetro” de la opinión política de las personas que decimos abrazar causas colectivistas… También habrá quien embestido del peor síntoma de la enfermedad capitalista, que es el egocentrismo, escriba sólo para alimentar su “ego” personal.
Por lo general, esta última postura puede ser “percibida” en el discurso a través de lo que el mismo Grice llamó implicaturas, y que configuran una red inequívoca de relaciones con el referente temático, el contexto en el cual dialogamos y la perspectiva desde la cual se enfoca el mensaje. Las implicaturas son el conjunto de inferencias que derivan de ciertas afirmaciones o de la tematización o desviación u omisión de información que un interlocutor pueda hacer en su mensaje.
En este sentido, podríamos afirmar que al elaborar las implicaturas de la lectura de un discurso oral o escrito, emergen los bloqueos comunicacionales: Si me enfrasco en hablar sobre un mismo tema sin producir nuevas aportaciones, mis oyentes o receptores se cansan y no me escuchan o dejan de leerme; si no hablo sobre los que mis receptores esperan que yo hable y desvío la atención hacia otros temas que no interesan a los colectivos, también podría provocar un efecto adverso; si para disentir descalifico a mi interlocutor, igualmente produciré un ruido comunicacional, y no lograré mi propósito, que en el mejor de los casos deberían ser el de la persuasión inteligente y respetuosa…
Necesariamente entonces, los que escribimos en Aporrea podemos ser fácilmente clasificados de acuerdo a los propósitos que persiguen nuestras contribuciones lingüísticas. Y de esa clasificación, estoy segura, las aportaciones de personas que buscan la objetividad, persiguen producir impactos positivos en la opinión pública e invitan a la reflexión de ciertos personeros del escenario político, constituyen la mayoría.
Particularmente celebro la consolidación de este escenario, e invito a mis camaradas, y a los que no siendo afines con nuestro sistema de ideas, contribuyen positivamente enviando sus críticas u observaciones a estos espacios; a que mejoren cada día sus escritos, no empleándolos competitivamente. Valoremos a todos los que dedican un tiempo al diálogo, a la reflexión y a la discusión, y no permitamos que “pasiones” o “perspectivas egocéntricas” nos roben el privilegio de aprender de nuestros compañeros, partiendo de aquella premisa de Freire de que nadie enseña a nadie y todos aprendemos y enseñamos mediatizados por nuestro contexto histórico social. Y parafraseando a este mismo pedagogo brasileño podríamos concluir diciendo: nadie puede ser crítico si prohíbe u obstaculiza que otros lo sean.
Preparémonos pues para aprender a discutir sin construir “muros” que luego no podamos derribar sin costos morales para nuestro proceso revolucionario. Aprendamos a respetarnos y a reflexionar sobre los contextos desde los cuales nos hablamos. Ese es el verdadero ejercicio de la inteligencia. Lo otro siempre representará un desgaste innecesario de energía.
Gladys Emilia Guevara
De particular interés me ha resultado siempre, como amante de los fenómenos del discurso, la formación de barreras comunicacionales entre interlocutores. Y en este sentido Grice, un importante filósofo del lenguaje, nos ha legado su aporte, el cual si bien no alcanza a ofrecernos una perspectiva integral del sistema de habla humana, permite abordar diversas realidades más cercanas a nosotros, y en las cuales en ocasiones nos jugamos decisiones trascendentales, no sólo en lo personal, sino con repercusiones en lo colectivo.
Para Grice, la actuación lingüística se enmarca dentro de un principio que él denomina el principio de cooperación y se concreta a través de unas máximas fundamentales que tienen que ver con la cantidad, calidad, relación y manera de la contribución lingüística. En búsqueda de la sencillez en la transmisión de su enfoque, las resumió a través de sentencias: Haz tu contribución lo informativa que sea preciso, sin adicionar aspectos innecesarios; procura que tu contribución sea verdadera, y en este sentido, no digas lo que no conoces suficientemente; sé pertinente, expresando aquello sobre lo que es el tema de conversación y sobre lo que tus interlocutores esperan que hables; y finalmente, sé claro, siendo breve, metódico y evitando lo ambiguo.
Quizás mueva a risa tratar de hacer transferencia de estos principios en el complejo espacio del discurso político, cuyo propósito escapa de la intención cooperativa de los interlocutores y se remonta al plano de la persuasión.
En este último sentido y sin incursionar en el pantanoso fondo de la publicidad, podríamos admitir que el propósito de persuadir podría llevar inmerso una intención cooperativa, en la medida en que se procura convencer al interlocutor – sobre bases racionalmente convincentes - de la conveniencia de asumir un determinado enfoque de la realidad que resulte conveniente para el logro de unas relaciones sociales justas, respetuosas y enmarcadas dentro de objetivos colectivistas.
En este caso que se describe, es admisible la proyección de un modelo comunicacional respetuoso en el ámbito de la discusión política, y me inclino a afirmar que es imprescindible construirlo si en realidad estamos convencidos de la necesidad de superar nuestra enajenación capitalista y convencer a las mayorías de que el modelo socialista no sólo persigue objetivos distintos al neoliberal, sino que los métodos y prácticas para arribar a él son totalmente diferentes.
Nuestra formación escolar e informal debe recibir el impacto de diseños y programas que contribuyan con un sentido interdisciplinario al logro de este objetivo. En la medida en que nos hagamos conscientes de lo que hacemos cuando decimos algo, comenzarán a surgir verdaderos espacios de reflexión y de autocrítica.
Sin embargo, es la educación informal la que más temprano que tarde, nos lleva a extraer las representaciones cognitivas que prevalecerán a lo largo de nuestra vida social, y es por ello que todos aquellos mecanismos de educación informal, cobran un valor muy particular. En este sentido Aporrea viene apoderándose exitosamente de uno de esos espacios. De allí que resulte particularmente significativo el preguntarnos cuál es nuestro propósito cuando escribimos en Aporrea.
Algunos escriben para cuestionar o elogiar alguna situación del acontecer local, regional o nacional, otros asumen como propósito el revelar un aspecto de la realidad que aparece oculto, una parte significativa de los colaboradores de la página tal vez incentive nuestro interés hacia ciertos temas que desde su punto de vista pueden resultar clave, y una gran cantidad quizás escribe alentado por la esperanza de que funcionarios ubicados en puestos de poder empleen este espacio como un “termómetro” de la opinión política de las personas que decimos abrazar causas colectivistas… También habrá quien embestido del peor síntoma de la enfermedad capitalista, que es el egocentrismo, escriba sólo para alimentar su “ego” personal.
Por lo general, esta última postura puede ser “percibida” en el discurso a través de lo que el mismo Grice llamó implicaturas, y que configuran una red inequívoca de relaciones con el referente temático, el contexto en el cual dialogamos y la perspectiva desde la cual se enfoca el mensaje. Las implicaturas son el conjunto de inferencias que derivan de ciertas afirmaciones o de la tematización o desviación u omisión de información que un interlocutor pueda hacer en su mensaje.
En este sentido, podríamos afirmar que al elaborar las implicaturas de la lectura de un discurso oral o escrito, emergen los bloqueos comunicacionales: Si me enfrasco en hablar sobre un mismo tema sin producir nuevas aportaciones, mis oyentes o receptores se cansan y no me escuchan o dejan de leerme; si no hablo sobre los que mis receptores esperan que yo hable y desvío la atención hacia otros temas que no interesan a los colectivos, también podría provocar un efecto adverso; si para disentir descalifico a mi interlocutor, igualmente produciré un ruido comunicacional, y no lograré mi propósito, que en el mejor de los casos deberían ser el de la persuasión inteligente y respetuosa…
Necesariamente entonces, los que escribimos en Aporrea podemos ser fácilmente clasificados de acuerdo a los propósitos que persiguen nuestras contribuciones lingüísticas. Y de esa clasificación, estoy segura, las aportaciones de personas que buscan la objetividad, persiguen producir impactos positivos en la opinión pública e invitan a la reflexión de ciertos personeros del escenario político, constituyen la mayoría.
Particularmente celebro la consolidación de este escenario, e invito a mis camaradas, y a los que no siendo afines con nuestro sistema de ideas, contribuyen positivamente enviando sus críticas u observaciones a estos espacios; a que mejoren cada día sus escritos, no empleándolos competitivamente. Valoremos a todos los que dedican un tiempo al diálogo, a la reflexión y a la discusión, y no permitamos que “pasiones” o “perspectivas egocéntricas” nos roben el privilegio de aprender de nuestros compañeros, partiendo de aquella premisa de Freire de que nadie enseña a nadie y todos aprendemos y enseñamos mediatizados por nuestro contexto histórico social. Y parafraseando a este mismo pedagogo brasileño podríamos concluir diciendo: nadie puede ser crítico si prohíbe u obstaculiza que otros lo sean.
Preparémonos pues para aprender a discutir sin construir “muros” que luego no podamos derribar sin costos morales para nuestro proceso revolucionario. Aprendamos a respetarnos y a reflexionar sobre los contextos desde los cuales nos hablamos. Ese es el verdadero ejercicio de la inteligencia. Lo otro siempre representará un desgaste innecesario de energía.
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