En una tarde de juegos,
sofocada en su sudor,
me encontré con una hormiga,
quejándose del calor.
“¿Por qué este sol pretencioso
me causa esta desazón.
si el trabajo laborioso,
es cuanto tengo a favor?
Trabaja que te trabaja
Y ya no encuentro razón,
Quiero ser hormiga reina
Y dormirme en una
flor”
Apenada le servía,
un pedazo de turrón
Y a su colonia corría
A compartir el dulzor.
Yo sabía que la hormiga
Era de buen corazón;
pero también era amiga,
de la risa y la canción.
Las hormigas, Martinita,
Son obreras del amor,
porque protegen sus nidos,
aunque le cueste labor.
Las princesas se hacen reinas,
bajo lluvia y bajo sol;
anidan bajo la tierra,
y forman un familión.
Ellas no son una plaga,
Como alguien las nombró,
Labriegas son de la pala,
el pico y el azadón.
Si con ella te tropiezas,
deja el rumbo a su favor:
Sus sonidos atraviesan,
una distancia mayor,
que los humanos no escuchan
de puros torpes que son,
porque no entienden la lucha
si no tienen el control.
¡Que vivan muchas hormigas,
amando siempre a una flor,
ventilando la semilla
de un mundo mucho mejor!
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